La vuelta de “salir a jugar”. Por Andrea Mira, académica UNAB

Columna de opinión de Andrea Mira, académica de la Escuela de Terapia Ocupacional de la Universidad Andrés Bello

El estilo de vida que llevamos en la actualidad va impactando las experiencias que tienen los niños y niñas, y puede generar una disminución de estar al aire libre, aumento del sedentarismo y una desconexión de los ambientes y espacios más naturales.

Sin embargo, la evidencia científica muestra lo importante que es el juego en la naturaleza para un desarrollo saludable, siendo favorecedor para el desarrollo cognitivo, emocional, físico, social y además para su bienestar.

El juego en la naturaleza ofrece diversas oportunidades que son muy difíciles de replicar en contextos cerrados. Por ejemplo, los niños puedes trepar, correr, saltar, crear historias y recolectar objetos, en un ambiente que es muy rico en estímulos como colores, luz, olores, diversas superficies, etc. Estos espacios son una fuente de aprendizaje, de resolución de problemas, de creatividad y cooperación con otros.

Con la llegada de la primavera el clima favorece que los niños y sus familias puedan pasar más tiempo al aire libre. Es así, como pueden organizar paseos a parques, cerros o espacios abiertos.

Si los niños no están acostumbrados a tener momentos de juego al aire libre, se puede partir con actividades o paseos más cortos, para luego ir aumentando la duración del juego en estos contextos. La idea es que se queden con una sensación positiva y agradable de la experiencia.

Los adultos, también se ven beneficiados de estos espacios al aire libre, ya que colabora en la disminución del estrés, desconexión de la tecnología y disfrutar del aire libre.

Es necesario recodar la importancia de disfrutar el momento, la conexión con la naturaleza y dejar que los niños exploren y disfruten en y con la naturaleza.

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